Los quinientos millones de la Begún, Julio Verne. 1879
La operación del pudelador tiene por objeto efectuar esa metamorfosis. Unos equipos de cíclopes semidesnudos, armados de largos ganchos de hierro, se dedicaban a ella con actividad. Los lingotes de fundición, arrojados a un horno recubierto por una capa de escorias, eran sometidos a una temperatura elevada. Para obtener el hierro, se comenzaba por batir la fundición hasta que se hiciera pastosa. Para obtener el acero -ese carburo de hierro, tan semejante a su congénere y, sin embargo, tan distinto por sus propiedades-, se esperaba a que la fundición estuviese fluida, y se tenía cuidado de mantener los hornos a mayor temperatura. El pudelador entonces, con el extremo de su gancho, amasaba y batía en todos sentidos la masa metálica; la volvía y revolvía en medio de la llama. Luego, en el momento preciso en que alcanzaba un cierto grado de resistencia, debido a su mezcla con las escorias, la dividía en cuatro bolas o «lupias» esponjosas, que iba entregando, una por una, a los martilladores.