Hierro

Nuestra historia marca el paisaje de nuestro entorno. La calidad del mineral de hierro y el aparato industrial inducido por esta actividad, que fomentó una robusta industria siderúrgica y naval en toda la margen izquierda, han determinado el tipo de sociedad que somos: plural, trabajadora, solidaria y fértil. Los cambios producidos en la margen izquierda de la ría y su área metropolitana no deben hacernos olvidar el origen industrial y obrero de nuestra tierra. Debemos promover y preservar la memoria histórica. La oportunidad de haber nacido en este tiempo y en este lugar nos deja la herencia de una parte de la historia reciente de nuestro país: lo que ha significado la actividad industrial y comercial durante los últimos 150 años, la minería, la construcción naval, los ferrocarriles, la industria siderúrgica, la actividad portuaria, la actividad comercial, la navegación, los restos de aquellas actividades, el nuevo paisaje que se dibujó, son objeto de este intento de rescatar nuestra Historia más inmediata, plasmada en RIALIA, Museo de la Industria.

Durante el último cuarto del siglo XX asistimos al desmantelamiento del aparato industrial que, desde mediados del siglo XIX, había sido el motor de expansión de nuestro país y la base de nuestra configuración sociogeográfica. La desindustrialización que hemos sufrido no debe hacernos olvidar que somos porque éramos. En RIALIA, Museo de la Industria, te acompañamos a descubrir nuestro pasado y presente industrial.

«Aresti apenas le oía, aturdido como estaba por la grandeza del espectáculo. Era un rugido inmenso, que conmovía la techumbre del taller y hacía temblar la tierra; un escape de fuerzas y de fuego por la boca del convertidor, a impulsos de la corriente de aire comprimido que venía del inmediato edificio, donde estaban las grandes máquinas inyectadoras. El metal en ebullición arrojaba por la boca superior de la campana un torbellino de chispas, un ramillete de fuego. Pero ¡qué chispas! ¡qué fuego! Era aquello tan grande, tan inconmensurable, que Aresti recordaba ya como un juego sin importancia la salida del metal de los altos hornos.
[…]
El mejoramiento de aquella gente con las huelgas y los aumentos de jornal solo era momentáneo. Él creyó, como Aresti, que este malestar solo tenía un arreglo: cambiar la organización del mundo y proclamar la Justicia Social como única ley, suprimiendo la caridad, que no es más que una hipocresía que coloca la máscara de la dulzura sobre las crueldades del presente.»

Vicente Blasco Ibáñez. El intruso.