Mary Lavelle, Kate O’Brien. 1936
Seguramente si te digo que después de veinticuatro horas de estar aquí me parece todo conocido y familiar, pensarás que estoy loca. Pero lo digo en serio. Tal vez sea el mar bajo mi ventana lo que hace nacer en mí esta ilusión, porque ahora que la marea está baja y el olor de las algas entra en mi cuarto, exactamente igual que si estuviera en Kilbeggan, me siento menos aislada, menos alejada de todo lo mío. Desde mi ventana tengo una vista magnífica de la bahía, que es muy atractiva. Tiene dos rompeolas, uno sale del final del paseo marítimo y el otro de Torcal, justo enfrente. Barcos procedentes de todas partes, barcos grandes, tan grandes como los que llegan a Mellick, pasan por delante de mis ojos en dirección a Altorno (Bilbao). Las niñas dicen que si los observo con atención me aprenderé de memoria las banderas de todos los países del mundo. Pero a mí me gusta más observar el bullicio en el muelle de pescadores debajo mismo de mi ventana. La casa está construida sobre el mismo muelle y los pescadores se sientan en el muro de nuestra terraza durante horas y horas. Los transbordadores que van a Torcal (Algorta) salen de aquí; es divertido verlos cargar. También llegan aquí las traineras, barcos que vienen de pescar la sardina. Cuando llega uno de éstos, se toca una ruidosa campana y las sardineras vienen corriendo como locas desde el mercado. ¡Tendrías que oír el griterío y las peleas durante por lo menos quince minutos!
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Hay montañas detrás de Cabantes (Portugalete) llenas de minas de hierro, origen de la mayoría de las fortunas por estos alrededores. Las niñas me dicen que muchos ingleses trabajan en esas minas y fundiciones -ingenieros y otras profesiones-, y hay una numerosa colonia inglesa en Altorno (Bilbao). Pero las montañas que se pueden ver desde aquí, al otro lado del agua, son sólo pequeñas colinas. Torcal (Algorta) es un lugar atractivo, de casas blancas que descienden desde lo alto de la colina hasta el nivel del mar, y también lo es Playablanca (Las Arenas). Las niñas me llevaron esta mañana a que viera Playablanca (Las Arenas). Estos dos sitios son poco más que lugares de veraneo, sobre todo Playablanca (Las Arenas), que lo único que tiene son chalés modernos; según dicen las niñas, es un lugar sin vida durante diez meses del año. Todo está tranquilo ahora; la estación veraniega son los meses de agosto y septiembre. Todas las casas están entonces ocupadas y la playa llena de niños, y hay multitud de yates en la bahía. El Club Náutico está construido sobre el mismo mar.