Susurro junto al cuadro ‘Era de panes en Horno Alto’
El cuadro refleja una jornada laboral en la fábrica de La Vizcaya, en 1893. Una tubería de hierro muy gruesa, en forma de flotador gigante, rodea la parte baja de un Alto Horno, y era conocida como “la morcilla”.
Su misión era soplar aire caliente al interior para mantener la presión y la alta temperatura, dentro del horno. En mitad del cuadro, por la parte de abajo de la morcilla, por lo que se llama el crisol, y como si de un grifo se tratara, se vierte el hierro colado, «picar el horno» lo llamaban.
Ese hierro líquido, de nombre arrabio, fluye por un canal y va rellenando una parrilla de moldes estrechos y alargados, para fabricar los lingotillos, que iban destinados a la exportación. Era más barato transportar una tonelada de lingote que una tonelada de mineral. Y para eso montaron esta fábrica.
Varios obreros ayudan con largas varas de hierro a que se rellenen bien todos los moldes. Uno de ellos lleva txapela roja, ¿es un pequeño tributo del pintor a la última carlistada?
En el lado izquierdo, un cubo de agua aguarda en el suelo, como ayuda, para las altísimas temperaturas del lugar.
En la parte baja del cuadro, a la derecha, hay una especie de nube de humo. En este proceso se echaba sosa cáustica para quitar el azufre que quedara. ¿Te imaginas los vapores? Una de las reivindicaciones de la gran huelga de 1890 era la prohibición de ciertas materias y de ciertos sistemas de fabricación perjudiciales a la salud de los trabajadores. Tardaron siglos en prohibirlo.