Montes de Hierro. Luis de Castresana. RIALIA

Montes de Hierro, Luis de Castresana. 1982

Montes de Hierro, Luis de Castresana. 1982

Alguien os dirá, tal vez, que el Nervión no es un río lírico, sino una ría gris y sucia. Alguien os dirá, tal vez, que en sus orillas no se yerguen árboles poblados de pájaros, sino ferrerías, altos hornos, chimeneas y grúas. Decidle que es verdad; pero añadid que la ría vizcaína está llena también de calambrazos inefables en los que se combinan la doble emoción de lo sentimental y de lo estético. Decidle que en esta irrefrenable vocación de nuestra ría también hay poesía; decidle que estas chimeneas que empurpuran el cielo nocturno con sus bocanadas de fuego, y esta teoría de grúas que jalonan sus muelles, y estos barcos que llevan sal de los siete mares en sus quillas y mercancías de progreso en sus grandes panzas metálicas… decidle que este Nervión hecho ría a pulso de vocación y de destino, en fin, tiene unas raíces tan profundas y tan poéticas y verdaderas como el Duero y sus álamos cantados por Machado.

Es cierto que la ría de Bilbao sabe a hierro y a humo y a fango y a industria. Pero cuando se la conoce, cuando se la trata, se da uno cuenta de que también está habitada de ternuras, de pudor y de magia.

Montes de Hierro. Luis de Castresana. RIALIA. Industria Museoa-Museo de la Industria
Montes de Hierro. Luis de Castresana. RIALIA. Industria Museoa-Museo de la Industria

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El otro árbol de Guernica, Luis de Castresana. 1967

Santi miró a su padre, miró a su madre y supo entonces cuánto les quería y les necesitaba y qué desamparado se iba a encontrar sin ellos allá fuera, lejos de Baracaldo. Pero inmediatamente transfirió estos pensamientos a su hermana y pensó, como una promesa: “Yo te cuidaré Begoña”. Y le inundó una gran ternura hacia la niña de los zapatos de charol y del lazo amarillento doblado sobre el pelo como sobre una caja de bombones.

[…] Acarició a su madre, se desasió de ella -que enseguida le había apretado fuerte una mano, como reteniéndole – y dio media vuelta llevándose a Begoña consigo. -¡Maldita guerra, maldita sean todas las guerras!- chilló su madre con súbito furor.

[…]Santi había pensado más de una vez, confusamente, sin poner palabras a sus pensamientos que él era como un árbol y que cada criatura humana necesitaba tierra propia en la cual echar raíces muy hondas para crecer y desarrollarse. Tal vez por eso le gustaban tanto los árboles. Esta idea del “hombreárbol” la tenía Santi tan adentro, era tan sustancial con su naturaleza que, de súbito, le entró a Santi un temblor angustioso al imaginar la tragedia de los hombres y de las mujeres y de los niños que no podían crecer sobre su propia tierra.”

[…] Y de pronto Santi vio a su madre y su padre. La madre corrió hacia Begoña y la abrazó gritando: “Hija, hija”, y Santi se abrazó a su padre y permaneció inmóvil, callado. Sollozó al abrazar a su madre y al ver que ella, una vez más, le despeinaba. Manolín, Fermín Careaga, Lucía y Javier estaban también con sus padres. Valentín lloraba sordamente, cogido de la mano de una mujer vestida de luto.

El otro árbol de Guernica, Luis de Castresana. RIALIA. Industria Museoa-Museo de la Industria
El otro árbol de Guernica, Luis de Castresana. RIALIA. Industria Museoa-Museo de la Industria

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