Hasta 1856 no existía un acero apto para estructuras como los barcos, los puentes, los raíles de tren, o los ejes de grandes máquinas, estas piezas se construían con hierro «pudelado», y el uso del acero se limitaba a resortes de reloj, herramientas, y las partes más pequeñas de la maquinaria. El proceso para obtener el pudelado era largo, difícil, muy laborioso, muy costoso y consumía muchísimo combustible.
El convertidor Bessemer, patentado en 1855, fue el primer proceso económico para la producción industrial de acero y revolucionó el proceso al disminuir su coste y aumentar la velocidad de producción. El procedimiento consistía en eliminar el carbono y otras impurezas del hierro soplando aire muy caliente a través del hierro fundido. Para que este convertidor fuera eficaz, el mineral de hierro tenía que carecer de azufre y fósforo. Este mineral, en Europa, solamente se daba en Suecia, bajo tierra, y en los montes de Triano, a cielo abierto. La sociedad Ibarra y Cía compró la exclusiva del uso de esta patente para su fábrica.
En 1865 se patenta el convertidor conocido como el proceso Martin- Siemens que será el que más se utilice en nuestra siderurgia.
En 1868 Robert Mushet perfeccionó el proceso Bessemer e inventó el convertidor Robert. La Vizcaya instaló estos hornos, al no poder usar el Bessemer.
En 1877 Thomas patentó una variante del convertidor Bessemer que permitía fabricar acero a partir de minerales de hierro ricos en fósforo.
Posteriormente se fabricaron aceros de calidad excelente con hornos de arco eléctrico, como el Herault.